¡Qué grato sería envejecer si el curso de los años secara en nosotros la fuente de dolor! 
Pero no es así. En la pendiente por la que descendemos, contamos con un compañero
demasiado fiel: el corazón no nos abandona. Recorre con nosotros el camino inverso 
de una espiral, se acerca desde un punto cada vez más oscuro, que es el fin, 
el fin ineluctable.
       ¿Qué estará haciendo allí, el insaciable?
    
                                                      Odilon Redon, Diarios
 
 
 
          
      
 
  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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